Histéricas, apasionadas, destempladas, ofuscadas, descompuestas, perturbadas han sido las reacciones de La Moneda y el Oficialismo al referirse a la suspensión de la Ministro de Educación Yasna Provoste Campillay por parte de la Cámara de Diputados, utilizando una “lluvia” de calificativos y adjetivizaciones.
Hay algunos, como Ricardo Lagos, José Miguel Insulza o el Ministro Francisco Vidal, que por un dejo de decencia simplemente debieron haberse mantenido en silencio, sobre todo porque los desórdenes imputados a Provoste y la corrupción por la que se le sanciona, viene de la administración de ellos.
Se ha pretendido que aquí hubo una votación política que no tomó en cuenta los antecedentes de la defensa, sobre todo que evidentemente es falso, pues hasta, y sin que tuviera derecho, se escuchó durante dos horas a Luis Bates, el abogado de la acusada haciendo verbalmente sus descargos.
Por otro lado se ha tratado de hacer aparecer ante la opinión pública a la acusada como víctima de una maniobra turbia, provocada por sus orígenes étnicos, por su profesión de maestro o por su género. No, definitivamente no, la secretaria de Estado ha sido juzgada por las incapacidades demostradas y por el abandono de sus funciones.
Para nosotros, al menos sus responsabilidades son múltiples y van desde el no haber sabido administrar ordenadamente los miles de millones de pesos puestos a su disposición, al no haber sancionado debidamente al responsable de estos hechos, que además terminaron con la clonación de cheques y sustracción de dineros.
Pero hay responsabilidades a las que les están sacando el bulto, pues Ricardo Lagos Escobar, con todo su séquito de incapaces y la Señorita Michelle Bachelet Jeria tienen la responsabilidad ineludible de haber designado a Provoste en cargos para los que no estaba preparada ni tenía las capacitaciones necesarias.
Este último hecho, que es indesmentible, porque una profesora de Educación Física, digna profesión por cierto, no tiene porque tener capacidades especiales para la administración, lo que configura de por sí una causal de corrupción de los unos al designarla y de la otra al aceptar lo que no se es capaz de hacer.
Creemos que los Ministros, ex Presidente Lagos, algunos Sub-secretarios y Presidentes de Partido están cometiendo un doble delito, pues por un lado pretenden poner de rodillas ante sus mandatos a un poder independiente del Estado, como es el Congreso, y por otro pretenden que se cumplan las ilegales órdenes de Partido.
El Ejecutivo, con la sola excepción de la Presidente Bachelet que desde Londres prefirió mantener un prudente silencio, y el oficialismo están forzando las cosas de una manera tal que quedan en absoluta evidencia sus posturas totalitarias, que no aceptan opiniones distintas ni posturas divergentes.
Nosotros, y esto corresponde solo a nuestra punto de vista, creemos que el camino de “odiosidades” que se está transitando es sumamente peligroso, pues además, de agravar el desprestigio que los políticos se han ganado a pulso, están desacreditando a las instituciones fundamentales del orden instituido.
Debemos tener cuidado con los precedentes que establecemos y con las imágenes que producimos, pues seguramente la sensación de impunidad reproducirá los fenómenos de corruptela y la imagen de sanciones duras evitará que otros caigan en la tentación de optar por ese camino.
No somos un país corrupto, de eso no cabe duda, solo una ínfima minoría ha caído en esta detestable conducta, pero, por lo mismo hay que frenar en seco la especie, así salvaremos de la pudrición al resto de la sociedad que es mayoritariamente sana y respetuosa de las leyes.
Está bueno de que terminemos de una vez por todas con la “pirotecnia” verbal, Chile no requiere de palabrerías artificiosas, de discursos huecos ni de hermosas fraseologías para esconder las verdades ni las realidades. Somos un país maduro, que en libertad y democracia quiere caminar a la Justicia.
No queremos “tutores” que desde el Gobierno nos quieran pautear sobre lo que es bueno o malo, así como tampoco aceptamos a “santones” de siniestros antecedentes que quieren venir a dictarnos las manera “democráticas” de vivir, no deben olvidar, que a la larga, o a la corta, en Chile todos nos conocemos.
Como hemos planteado en innumerables ocasiones solo queremos gobiernos honestos y eficientes, y para conseguirlos es imprescindible cambiar regularmente a los que están en el poder, porque por un lado se “achanchan” y se sienten los dueños del país, mientras que por el otro se corrompen y se lo llevan todo.
Se puede llamar relevo, reemplazo, alternancia en el poder, cambio, desalojo, despido, pero al final la situación es simple, es necesario cambiar a los equipos que están en La Moneda, lo que además de ser una acción absolutamente profiláctica, sin duda traerá ideas nuevas y con ello mayores y mejores posibilidades para todos.
Una puntualización necesaria:
Algunos Ministros, el ex Presidente Ricardo Lagos, y los presidentes de los Partidos Concertados, han salido “coludidos” a señalar que no “hay nuevas mayorías” y que los que fueron “elegidos por la Concertación” deberán rendir cuentas a la Ciudadanía.
Estos próceres parecen no haberse percatado que los primeros que deben explicar algo a los electores son los que prometieron cambiar la Constitución y le cambiaron solo la firma, los que ofrecieron modificar el sistema económico por otro más justo y los que han prometido justicia social sin cumplir.
Nosotros vemos que a nuestras autoridades les resulta más fácil hacer frases bonitas, como denunciar que los fallos de la Cámara son una vergüenza o un “golpe de Estado” contra las libertades la prohibición de repartir la píldora del día después, son y actúan como totalitarios.
La constitución establece que “ninguna autoridad o magistratura puede atribuirse otras funciones que las que la Constitución y las Leyes les confieren”, creemos que las actitudes de ayer y anteayer de nuestras autoridades, criticando duramente al Congreso y al T.C., transgrede flagrantemente esta disposición.
No nos parece aceptable que la autoridad pública, aprovechando la capacidad comunicacional del Estado o los medios económicos para presionar o crear imágenes aceptables de nuestras incapaces autoridades, cuyo único éxito posible parece ser el engaño masivo.